jueves, 20 de enero de 2011
Recuérdame...
Al grito del amanecer, después de salir del baño matinal que me despierta para comenzar el nuevo día, mientras me vestía... Algo te trajo a mi mente.
Yal vez haber tocado mi piel con la toalla, o tener mi mente vacía... Tal vez evocar recuerdos que son gratos para mí...
Siempre es hermoso recordarte. Y siempre es emotivo. ¿A veces tú me recuerdas?... Si tuviera una respuesta afirmativa a esa pregunta, puede que anoche no hubiese llorado cuando escuché la canción que pongo en esta entrada.
"No creía que podía ver...
aunque tú viniste a mí en la noche....
cuando el amanecer parecía perdido para siempre
Tú me mostraste el amor
a la luz de las estrellas..."
El alba sigue su curso mientras pienso, y ordeno las ideas que escribire en esta entrada. Pero son tantas que son imposibles de ordenar. Y por primera vez no quiero ordenar nada, sólo quiero sentir.
Me siento cansada de las aventuras. Cansada de tener que inventarme y entregarme, una y otra vez. Ahora estoy guardada, para el milagro del amor, cuando éste desee llegar a mi vida.
El aprendizaje ha sido grande, en poco tiempo. He entrado a la universidad de la Vida, y espero graduarme con honores, cuando a mi vida llegue un amor.... Uno que me acepte como yo soy.
Y sin embargo, inevitablemente, todos los colores de este amanecer me traen tu recuerdo. Estás tan cerca, pero a la vez tan lejos. He tenido la tentación de llamarte sólo para escuchar el sonido de tu voz. Hay algo, invisible, que se interpone. Pero al parecer mis sentimientos se niegan a morir, por más que les he querido matar enredada en las sábanas de alguien más: siguen más fuertes, cobran más vida, y aumentan su tamaño.
Tal vez sea este el rayo de vida que me mantiene en pie: el deseo de verte, de estar una vez más a tu lado, de doblegar mi mirada ante tu presencia. Todo en mí se detiene ante tu paso: desde la respiración hasta el orgullo, desde los pensamientos, hasta los latidos...
Sólo soy yo: la que te sigue desde la distancia. La que alguna vez te escuchó y recibió como el regalo más hermoso lo que me quisiste regalar. Puede que para la mayor parte de las personas haya sido muy poco, pero créeme: para mí fue suficiente. No necesité más y me hiciste muy felíz.
Y acá me encuentro: sentada en un amanecer con el cabello mojado, mirando como aclara hacia la ventana y pensando en tí. Una vez más. Y llenando este blog de tu escencia como si fuera un grito sordo diciendo que te quiero. Como si en ese grito, quisiera decirte que te extraño. Como si necesitara que supieras que te necesito. Tus manos, tus ojos negros, tu sonrisa ancha, la calidéz de tu voz y la dulzura de tus palabras. El hogar acogedor de tu forma de pensar. El camino firme de tus consejos. Lo sublime de tu incondicionalidad... Y, a pesar de tus defectos... Es así como te quiero. Es así como te he conocido. Es así como me has conquistado. Y es asi, de ese mismo modo, como día tras día, camino sola y muy lejos de ti, esperando que en algún momento, te voltees a mirar que aún sigo ahí.
Por favor... recuérdame.
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