domingo, 16 de octubre de 2011

La historia del Niño Javier



Javier era un niño bien dulce. Jugaba, como todos los niños; hacía travesuras, como todos los niños; maquinaba ideas locas como todos los niños... Su vida transcurría con relativa normalidad, con su cuerpo ocupado en crecer y su mente ocupada en descubrir. Se dejaba querer cuando por las noches dormía, y se dejaba querer cuando despertaba por las mañanas. Era, como dije antes....un dulce niño.

Avanzaron los años de este niño de ojos oscuros y cabello oscuro. Hubo por ahí muchos logros y también hubo por ahí muchos fracasos (como en la vida de todos los niños)... Pero no puedo aunque quisiera detenerme en ellos porque los desconozco. No obstante sé que la vida de todo ser humano está construída de esos dos: éxitos y derrotas. Por tanto, la vida de Javier tuvo que ser igual que todas las demás.

A su vida llegó un día un pajarito. La vida le había regalado un pajarito bello para que le cantara todas las mañanas. A Javier le encantaba la idea de que el pajarito que parecía tan delicado, pudiera cantarle exclusivamente a él bellas melodías por la mañana. Era atractivo que le despertara de sus aventuras nocturnas un pajarillo y no el estridente despertador. Así que compró una jaula grande y con todas las comodidades para que el pajarito viviera a gusto. El amaba a ese pajarito con todas sus ganas y creía con toda la fuerza de su alma que vivirían juntos toda la vida.

De este modo transcurrieron muchos años de cosas lindas vividas entre Javier y el pajarito.

Le contaba al pajarito todas sus penas y sus alegrías, le leía historietas. Cuando hacía las tareas de la escuela el pajarito le cantaba para concentrarse. Y cuando necesitaba silencio porque estaba enojado, el pajarito hacia como si estaba dormido, pero en realidad estaba alerta a todo lo que Javier hiciera. Cuando Javier salía a jugar a la pelota con sus amigos, el pajarito le miraba por la ventana. Y pegaba un alarido de felicidad con cada gol que el niño metía.... Eran tan felices los dos...

Sin embargo, después de un tiempo, Javier consideró que le entregaba tanta dedicación al pajarito, tanto tiempo, tanto amor, tantas comodidades, que esperaba recibir afecto demostrado a cambio: una caricia, un abrazo, un mimo... Javier quería sentir el amor que el pajarito le tenía y esperaba que fuera tan grande como el amor que él le tenía al pajarito. Y su egoísmo comenzó a enceguecerlo. No se dió cuenta que el pajarito no podía hacerle cariño porque no tenía manos, y porque no conocía la forma de exteriorizar su amor por él de otro modo que no fuera cantando por las mañanas. Y Javier comenzó a tomar distancia del pajarito.

Continuó haciendo su vida con cierta amargura por no recibir del pajarito lo que él quería recibir. Y el pajarito siguió cantándole por las mañanas con cierta desazón porque no entendía muy bien la distancia, ya que él seguía fiel a su naturaleza cantora de pajarito.... Después de todo, Javier lo había conocido como pajarito y habñia prometido amarle así tal cual: como el pajarito que era.... Entonces no entendía nada...

Javier se sentía solo. Tenía un pajarito, es cierto. Y el pajarito le cantaba todas las mañanas, pero ya no era suficiente porque él necesitaba algo más. Se sentía vacío. Estaba tan concentrado ocupándose de lo que le faltaba que muchas veces se olvidó de ponerle el alpiste al pajarito.... Y aunque este tuviera hambre, seguia cantando por las mañanas. El problema es que de tanto y tanto cantar, Javier ya no escuchaba... sus oídos se habían acostumbrado a oirlo y sus ojos a verlo...

Y llegó una gata a la casa. Javier nunca había tenido una gata. Sabía que existían pero nunca le había llamado la atención tener una... en realidad su vida estaba antes tan llena con el pajarito que no le hacía falta nada más... Pero en ese momento la gata fue una alternativa para rellenar esa soledad que estaba sintiendo. Y comenzó a alimentarla y a acariciarle atrás de la oreja. Y la gata (como hacen todas las gatas) se entregó por completo.

Esa entrega llamó la atención de Javier. Y comparó. Llevaba años atendiendo, mimando y complaciendo al pajarito y aún no recibia una caricia de su parte: sólo tenía una canción por la mañana y como si eso no fuera suficiente... era siempre la misma canción. Estaba cansado de esperar su turno en el corazón del pajarito... en cambio sólo le bastó una caricia a la gata para que la gata le entregara todo su amor, su cuerpo, sus noches, y durmiera acostado en sus pies....

De ahí en mas, todas las tardes cuando Javier llegaba del colegio, la gata lo estaba esperando. Se entretenía jugando con ella, enseñándole gracias nuevas. A veces terminaban tan cansados que se quedaban dormidos los dos y se les pasaba la hora. El pajarito dentro de su jaula sabía que algo había cambiado. Pero no sabía qué. Podía olerlo. Pero no podía verlo. Y continuaba cantando todas las mañanas.

Javier se preocupaba de que la gata no entrara a la habitación donde tenía la jaula con el pajarito. De este modo, la gata sabía que existía el pajarito y que éste era el primer amor de su nuevo amigo, pero Javier no le dejaba conocer al Pajarito, y el Pajarito intuía que había algo en la casa, pero como estaba en una jaula, no podía salir a investigar qué era.

La gata a veces desaparecía por un par de días. A Javier le encantaba su gata... tan mimosa.... tan femenina.... tan delicada en todos sus ademanes... Y, según Javier... tan fiel. Pero las gatas tienen ideas propias. Y si las llamas y ellas no quieren ir, simplemente no van. Las gatas van cuando ellas quieren, no cuando se los ordenan. Y ésta no era la excepción... La gatita tenía su hogar algunas casas pasada la esquina del vecindario, era la mascota de un hombre con mucho dinero que le compraba los mejores juguetes, el mejor alimento, y la llevaba al veterinario más caro. Javier era una entretención simpática para la gata porque lo pasaba bien con él, ya que en su casa no habían niños y se aburría soberanamente. Asi que cuando a Javier se le desaparecía, estaba en su casa con su amo, cosa que el niño inocente desconocía. Cuando se moría de aburrimiento por la rutina, la gata regresaba donde Javier. Pero su fidelidad y su lealtad estaban con su amo, el anciano rico.... Porque el le daba lo que ella queria. Y eso era lo que le importaba.

Cuando la gata desaparecía, Javier recordaba a su pajarito. Y limpiaba la jaula, lo acariciaba, le limpiaba las plumas y le llenaba los pocillos con alpiste. Se reconciliaban. Eran felices nuevamente. Pero era mas feliz el pajarito dentro de su ignorancia de la situacion... porque mientras atendia al pajarito, Javier estaba pensando donde podria estar su gata....

Y la gata... que sabia que el pajarito existia.... frente a la fogata del anciano rico pensaba como podía hacerlo para encontrar al pajarito a solas, y comérselo. Porque si el pajarito no existía, Javier sería solo suyo, completamente.

Pero un dia Javier comenzó a sentirse desencantado de las desapariciones de su gata. Y, aunque la amaba, no tenia ganas de permitirle ciertas cosas. Asi que a veces queria estar con ella porque necesitaba sus cariños, pero otras veces la rechazaba. Y la gatita buscaba su amor, pero el escapaba. Y el pajarito seguia en la jaula cantando..... debilitandose todos los dias un poco mas.

Cierto dia, Pajarito y Javier discutieron. Javier le dijo que abriria su jaula para que se fuera. Pero habian pasado muchos años, al pajarito se le habia olvidado volar y ademas por el olvido de Javier estaba muy debil para hacerlo... Javier salió enojado de la habitación sin darse cuenta que había dejado junta la puerta de la jaula... queria salir y olvidarse de la gata, del pajarito y de todo. Javier quería estar solo. Y el pajarito a mal traer, sólo con ganas de dormir hasta reponerse, cerró sus ojos llenos de lágrimas, y esperando una caricia de Javier que nunca llegaria, se quedó dormido.

La astuta gata que tenía todo calculado desde antes, encontró el momento perfecto. Nada podría estar mejor para sus planes. Con sigilo subió el mueble, con su delicada pata bien formada abrió la puerta de la jaula... y mató al pajarito. Luego de matarlo, se lo comió. Dejó las plumas en la jaula, y las patas... que no se las comió. Satisfecha con el festín, se acostó a los pies de la cama de Javier donde se largó a dormir profundamente.

Por la noche, cuando Javier regresó, se encontró con la jaula abierta llena de plumas. Y huellas de patas ensangrentadas que llegaban hasta su cama... donde estaba durmiendo la gata.

Javier lloró amargamente a su pajarito. Se dió cuenta esa mañana, que le faltaba el sonido de su canción aunque fuera la misma de siempre, porque por primera vez en muchos años, no tuvo ese sonido al despertar. Y se dio cuenta de lo vacía que estaba esa mañana sin él. Su habitación se veía diferente. Y pensaba que él había tenido la culpa de todo, porque él dejó la jaula abierta, y porque él había llevado a casa a la gata.... No dejaba de atormentarse.... Pensaba en lo que hubiese ocurrido si simplemente hubiese aceptado la frialdad del pajarito.... Y pensaba cosas que ya no podían pasar, porque el tiempo no se puede devolver. Y lo pasado, ya pasó. Todo acto tiene sus consecuencias, y ésta era la de su desición. Se culpaba por haber dejado solo al pajarito, por haber dejado abierta la puerta. Por haberse enojado. Y no se dió cuenta que la gata pudo haber decidido no comerse al pajarito. Ella sabía lo importante que era el pajarito en su vida, y decidió matarlo.... A fin de cuentas todos los gatos pueden ser celosos y traicioneros...

Echó a la gata de la casa. La gata regresó un par de días y él no le abrió la puerta. La gata no lo dejaba tranquilo, era muy insistente. Pero él no quería verla. Hasta que un día la gata se aburrió de volver. Y Javier la encontró con su amo, el viejo rico que la había criado, sentada muy plácidamente al sol. Y se dió cuenta que la gata en realidad nunca había sido realmente suya.

Y se fue a un bosque que estaba atrás de su casa en absoluta soledad a pensar. Nunca se había sentido tan solo. Lloró y sufrió mucho... extrañaba tanto el canto de su pajarito.... En el bosque cantaban muchos pajaritos pero ninguno cantaba como el suyo. Ahora le parecía el canto mas lindo de todos.

Y una paloma que estaba encaramada en un pino del bosque (y que había visto todo lo que pasó durante todos los años que transcurrieron) sintió pena del sufrimiento del niño, y comenzó a decirle así.

"Mi Querido Niño Javier...
ya no tiene sentido sufrir
pues se ha marchado ya tu querer
y nunca volverá a vivir...
Esa mimosa gata traicionera
siempre ha sido mascota infiel...
en este bosque tiene fama hecha:
tiene muchas casas donde comer.
Cuando te ibas a la escuela
tu gata afuera caminaba
por las casas de tus vecinos
porque no sólo contigo estaba.
Y mientras soñabas profundo
por la ventana salía
ya que, mi niño querido,
no sólo en tu cama dormía....
Pero Tu, Javier inocente,
en medio de tu ceguera
eras capáz de creer todo
lo que la gata dijera..
Y la puerta de la jaula
muchas veces se te quedó abierta.
Tu pajarito nunca escapó
aunque era cosa de abrir la puerta!
Un día conversamos
tu pajarito y yo...
Y me dijo que su amor era tanto
que tus mañanas arrulló
con esa música tan dulce
que salía de su voz....
Que él podía hacerse un nido
en la libertad de un arbol
pero prefería estar contigo
que vivir de tí alejado...
Que le dolían las alas
por estar tanto encerrado
pero prefería tu compañía
y saberse por tí amado...
... Mi Javier tan torpe con los sentimientos,
ese corazón tuyo tan humano....
tu pajarito pudo salvarse
pudo haber escapado...
pero prometió serte fiel hasta la muerte
cuando en esa jaula lo dejaste encerrado...

Y ahi encontró la muerte.
En las garras de ese gato.
Esperaba ese dia volver a verte
y volverte a cantar el mismo canto"....




Para ti mi querido amigo Javier....
..... Y para tu Pajarito.... Tu esposa....
.....Y para tu gata.... Tu amante...

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