domingo, 23 de octubre de 2011
La Amante del Pintor
Tenían vidas diferentes. Repartidas en el interior de la diversidad de una ciudad gris. Trabajaban separados geográfica y profesionalmente. Se veían distintos. Tenían ojos de otro color, cabello de otro color y piel de otro color. Él era todo un hombre, y ella toda una mujer. Hablaban diferente y les gustaban distintas cosas. Así, tan separados y tan diferentes, en realidad er muy difícil que se conocieran.
Vivían vidas diferentes. Tenían historias diferentes para contar. Habían aprendido cosas distintas de las personas y de la vida, y la miraban con un cristal modelado por las circunstancias, cada uno de ellos. Sus horarios eran diferentes y sus prioridades también. Soñaban cosas distintas cuando dormían. Comían cosas distintas todos los días. Dormían en lados diferentes de camas separadas, en casas aparte, en comunas distintas y en diversos horarios. Uno se dormia mas tarde.... el otro se despertaba más temprano.... En realidad era un poco imposible que algún día El Pintor se topara con La Amante... Por lo menos en esta vida.
Pero ese día "El Destino" estaba aburrido y tenía ganas de jugar. Cuando Dios no está mirando porque tiene cosas importantes que hacer y El Destino se siente aburrido, se pone a hacer travesuras. Así fue como El Pintor conoció a La Amante..... Fue una travesura de El Destino.
El Pintor vivía solo sumido en sus lienzos. Quería pintar un cuadro que no lograba visualizar. Era un solitario hombre encantador, escondido entre medio de las paredes de su habitación clara, iluminada por un gran ventanal, en un tercer piso de algún departamento de la ciudad. Y como vivía en los cielos, su mente estaba siempre volando en los cielos buscando un motor para comenzar a crear. Su mente no tenia descanso, la sed de su creación no encontraba remansos que la saciaran. Era un artista incansable.
La Amante vivía rodeada de los suyos. Amada por su familia, en una casa construída hace muchos años al sur de la ciudad. Una casa fuerte como de roca, rodeada de flores, árboles, y verdor. Por la mañana cantaban en la ventana de La Amante los zorzales y los gorriones, avisandole que despuntaba el alba y había que despertar. Era un pájaro más la Amante. Desde pequeña cantaba y tocaba algunos instrumentos. Parecia la musa de una pintura de la edad media.... Pieles blancas como la harina, escasos pechos y generosas carnes. El cabello claro largo y rizado que caía por la espalda. Y el rostro que parecía sacado de cualquier película de los años '20, con rojos labios dibujados y una verde mirada nostálgica. Disfrutaba ella de las cosas simples del mundo... caminar bajo la lluvia.... pisar las hojas secas.... sentir la brisa del mar... Gozaba su alma con cosas que no las compra el dinero. Se movía con gracia y tenía ademanes femeninos. La Amante era una mujer sensual aunque no lo sabía (al principio)... Era la absoluta dueña del arma femenina de la sensualidad, letal para cualquier hombre... Pero no le interesaba. La Amante era una partícula de luz que irradiaba el sol en la tierra.
El Pintor había luchado en varias guerras, y las había ganado. Pero estaba aun en batalla. Y La Amante se habia rendido y retirado de la suya propia.
Ese día que El Destino juntó los caminos de ambos, el sol dejó de arder y el viento de soplar. Las copas de los aroles dejaron de moverse por un instante. Estaban uno frente al otro y ninguno de los dos podía entenderse. Pero tampoco podian evitarse.
Como una gacela que bajaba la montaña graciosamente, La Amante se detuvo frente al Pintor observandolo con atención. Una piel tan diferente, un cabello tan distinto, una mirada tan inquisidora. Una sonrisa tan ultrajante. La Amante era literalmente violada cada vez que El Pintor le sonreia.... Y le gustaba. Despertaba en ella la poderosa y peligrosa curiosidad que se despierta en los animales cuando conocen algo que nunca antes vieron. Quería saberlo todo del Pintor. Quería más. Así que se abandonó en esa encomienda.
Nadie supo lo que al Pintor le llamó la atención de La Amante, pero también se quedó. En realidad El Pintor solo hablaba con sus lienzos. Así que era complicado saber en qué estaba pensando.
Cuando se veían nuevamente (esto no pasaba muy a menudo) sus pieles desnudas tan diferentes se juntaban. Y los fuegos de distintas fuentes y de diferentes colores, se unificaban. Es encantador cerrar los ojos e imaginar las manos morenas del Pintor, con sus dedos largos y gruesos, paseando libres por entre las blancas y pálidas carnes generosas de las caderas de La Amante.... Y la hermosa boca roja de ella besando con esmero y dedicación la formada silueta morena de El Pintor. Era como una sinfonía. Ella era el arpa tocada cuerda por cuerda por el músico. Él era el violoncelo prisionero entre las piernas de ella, dejándose exprimir nota por nota al compás del roce de sus minúsculos pechos femeninos...
Así se amaban. Y así se deseaban.
Dios cuando se desocupó y vió la travesura Del Destino, no vió maldad en este hecho. Así que no separó los caminos. Y plantó en cada uno, Amante y Pintor, una semilla.
Tampoco nadie supo con exactitud la semilla de qué era... Ni cómo ni cuándo germinaría. Pero toda semilla tiene dos destinos: crecer o morir. Nadie les dijo si la semilla debía ser cuidada con el fuego de la pasión o con el frío de la distancia... Eso debían averiguarlo ellos mismos.
Cada uno siguió sus caminos tan diferentes. A veces (eso sí) tomaban atajos y se volvían a encontrar... Pero nunca estaban juntos mucho tiempo.
Y el concepto amante que he usado en esta entrada es, precisamente, el correcto. Porque ambos eran libres: El era un caballo suelto que corría libre por las ilimitadas superficies de la tierra, y ella era una partícula de viento que viajaba donde su mente lo deseara... Ninguno tenía a nadie a quién rendir cuentas. Y eran amantes porque se amaban, y porque compartían breves momentos de amor en medio de la brava marea de la vida.
Cuando las copas de los árboles dejen de moverse, y parece que la hora no avanza... Y la tarde se vuelve de pronto demasiado anaranjada... Es porque La Amante y El Pintor se han vuelto a encontrar....
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